25/5/06

Una lección más de la Compañía Nacional de Chocolates.

Y sí, estoy de cumpleaños. Seguramente nadie se lo estaba preguntando pero igual es importante dejarlo claro de una vez por todas como para que no tengamos problemas después. Así como para profundizar en el tema tengo que aclarar que estas palabras las estoy escribiendo ya con 27 años encima. Desde esta nueva perspectiva que me otorga la dignidad de estar cada vez más cerca de los temidos 30, debo decir que me asaltan muchas dudas. Sobre todo una. Veamos la siguiente imagen:



Creo que muchos colombianos nos podemos relacionar con esta ilustración. Yo sé que en el álbum de Jet no existen laminitas (-no pues, tan elegante.) o monas (-ahora sí.) bochadas, la que les presento hoy no era particularmente difícil. En ese orden de ideas (-¡Qué modestia!), creo que es justo decir que, por lo menos en mi generación y en las subsiguientes, la imagen en cuestión es un referente directo a la infancia o por lo menos a esa época en la que una pena de amor o la falta de trabajo hizo que tuviéramos mucho tiempo para pensar y fijarnos en lo trivial. Así que traigo a colación a este hombre de las cavernas cargando su presa porque no entiendo su dimensión. En el costado inferior izquierdo se ve un árbol desproporcionadamente pequeño delante del hombre.
Cuando era pequeño creía que se trataba de algún tipo de ser antediluviano estilo los Titanes griegos (-Obvio que en esa época no me lo planteaba así.). Por alguna extraña razón del destino esa imagen mitológica que claramente no tenía cabida en un compendio de las ciencias naturales, se había colado para hacerme soñar con un pasado inexistente. Era como una especie de error maravilloso que desencadenaba lo impensable. Algo así como ese cuento de Hitchcock en el que él lo hace pensar a uno que lo van a matar porque lo convence de que el libro que tiene en las manos fue alterado por un asesino. Como que se trataba de una discontinuidad que por el simple hecho de existir tenía todo el sentido del mundo.

Unos años después empecé a pensar que se trataba de una referencia a una tribu muy particular de japoneses cuyas particularidades eran: matar ciervos, andar en pelotas y cultivar el arte del Bonsái. Hoy creo que es un grato error que se convirtió en norma y que eso me pasa por cumplir años (-Este blogger parece la versión cínica de Doggie Howser.)

Si llegaste hasta acá, gracias (Y si no, pues nunca lo sabrás).

1 comentario:

Julian Eduardo dijo...

Hoy me puse a buscar el Pitecantropo; con la expresa idea de pensar que siempre creímos que era un gigante... yo escribo desde los treinta...